Cada cosa pía por su compañía: Sumo y malas calles

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«La disputa de Megumi» de Utagawa Kunisada III, 1890. Representación de la famosa pelea entre bomberos y sumotoris en 1805 en el Templo de Shinmei en Shiba. ©Tokyo Metropolitan Foundation for History and Culture.

 

«Las peleas y los incendios son las flores de Edo»

 

La imagen del sumotori en el tiempo

¿Qué es un luchador de sumo? ¿Qué representa? ¿Qué debería representar?

Para nosotros, como aficionados extranjeros, un luchador, o rikishi, es simple y llanamente eso, un especialista en el arte del sumo que se sube a combatir al ring y nos aporta un mayor o menor espectáculo en la medida de lo posible. Si nos ponemos románticos podría ser también un ídolo, alguien al que admirar, un joven que dedica la totalidad de su vida en formarse como luchador con la esperanza de llegar a ser ‘alguien’, o incluso ‘el mejor’. Esperamos de él que por supuesto sea competitivo y resiliente y, al ser una figura de influencia, que sea una persona ética y responsable bajo nuestros propios parámetros… Pero más allá de eso, no exigimos nada más a un rikishi que no le exigiríamos a cualquier otro ‘ídolo’ como podría ser un gran actor, un futbolista de primera categoría o un youtuber.

Sin embargo, esta visión es totalmente distinta desde los ojos de cierta parte de la sociedad japonesa y, por supuesto, para los miembros de la Asociación de Sumo Japonesa: la Nihon Sumo Kyokai (NSK). Para ellos, rikishis, tokoyamas, yobidashis, gyojis y demás trabajos relacionados con el sumo participan activamente en la historia y sociedad de Japón. Es decir, un rikishi no es un simple luchador titánico. Es un elemento activo en la cultura popular japonesa y por ello se le exige prácticamente la devoción y la dedicación completa al desarrollo y la preservación de un elemento cultural tan importante en el país como lo es el sumo. No hay modernización posible en el sumo. Es un arte marcial pero también un ritual religioso que ha de ser protegido, en lo esencial, de cualquier influencia externa. El sumo uno de los grandes engranajes de la cultura popular japonesa y ha de ser cuidado como tal. Curiosamente, y para desgracia de los fans más conservadores del sumo, gracias a la influencia de las redes sociales y sobre todo a las sumo-yoshi (fans femeninas), hoy en día la imagen de los sumotoris juega al contraste y esta visión más conservadora del rikishi se combina con una mucho más naíf e infantil que toma cada vez más fuerza. Como era de esperar, los más tradicionalistas ponen el grito en el cielo, acusando a este sector más juvenil de restarle seriedad a la labor y responsabilidad de los luchadores y alegando además que es por culpa de esta postura la pérdida de interés de los jóvenes japoneses por introducirse en el mundo del sumo. No es precisamente para convertirse en iconos kawaii por lo que los nuevos reclutas pelean.

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Ikioi y Mitakeumi posando con cerezos en flor. La imagen, para deleite de los fans, la subió la cuenta oficial de la NSK.

Sin embargo, como estamos viendo, aun cuando la mayoría de los ancianos de la NSK no son nada optimistas ante esta nueva imagen, ¡la propia Asociación la fomenta! ¿Por qué es esto? ¿Desde cuándo?

Algunos rikishis han llegado a tener un status de ‘idol’ en la sociedad japonesa con anterioridad, pero esta imagen más kawaii e inocente es relativamente reciente. Concretamente de la segunda década de los 2000, con el increíble impulso que le dio al sumo las ya mencionadas sumo-yoshi. Estas fans son consideradas como las salvadoras del sumo tras la crisis de las relaciones de la yakuza con la NSK y el escándalo del yaocho: los combates amañados, que tuvo lugar durante la primera década (profundizaremos sobre esto en la siguiente sección). Son ellas las que comenzaron a explotar esta rama kawaii. Que, por mucho que no les gustase en la NSK, no me digáis que es no una imagen perfecta para contrarrestar esta otra de solo unos años antes: sumotoris envueltos en apuestas ilegales en locales de la yakuza, peleas de bar, chantaje, drogas y amaño de combates entre luchadores.

Sí amigas y amigos, hoy nos metemos en fango hasta las rodillas.

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El Yokozuna Kakuryuu. Serio él, la foto no tanto.

A lo largo de su historia, el sumo, siendo una pieza cultural de relevancia, ha estado en constante contacto con el resto de los engranajes de la cultura popular japonesa. Por ejemplo: las formas teatrales como el kabuki y el bunraku (teatro de marionetas), la figura del Emperador y la cosmología fû-sui (“Sumo: sangre roja y sangre azul”) o yéndonos a días más recientes y a corrientes de pensamiento más contemporáneas; los feminismos («La mujer y el Sumo»).  Pero no todo lo que brilla es oro, además de estas conexiones, el sumo, precisamente al ser una actividad popular, no está aislado de interaccionar con los sectores más oscuros de la sociedad. Poniendo un ejemplo, no es hasta 1925 que se funda la Asociación de Sumo Japonesa y hasta entonces el sumo dependía de las pandillas locales, gangsters, ‘familias’, para la organización, distribución del público y la venta de entradas de los torneos.

La visión del sumotori como alguien agresivo, peligroso y con posibles conexiones con el bajo mundo ha vivido siempre en simbiosis con la visión más heroica. Para ponernos en situación voy a contar una anécdota que aconteció en el Período Edo a principios de S.XIX.

Edo (actual Tokio) era una gran metrópolis muy conocida por la enorme frecuencia de los incendios, llega incluso a conocerse con el sobrenombre de ‘ciudad de los incendios’ (火災都市).  Desde finales de S. XVIII existía un sistema de reclutamiento popular para el cuerpo de bomberos, conocidos como tobi. Auténticas celebridades durante el régimen Tokugawa eran considerados como un grupo de hombres duros, fuertes, audaces… y con tendencia a meterse en peleas. Un dicho de la época decía así: «Las peleas y los incendios son las flores de Edo».  Una de ellas es tremendamente conocida, llegando a inspirar una obra de kabuki y posteriormente hasta dos películas: «La disputa de Megumi». ¿Sus contrincantes? Otro grupo conocido también por su orgullo, su fuerza y nunca rechazar una pelea: sumotoris.

En el distrito de Shiba, durante el segundo mes lunar de 1805 y cerca del Templo de Shinmei estaba teniendo lugar un torneo de sumo benéfico. No se tiene constancia de como empezó el altercado, pero tras días de tensión entre el grupo de bomberos Megumi, asignados a esa zona, y un grupo de rikishis, que llegaban al torneo bajo el patrocinio de un samurái local, tuvo lugar una macro pelea que aún pervive en la conciencia popular japonesa. La obra kabuki inspirada en el suceso Kami no Megumi Wagô no Torikumi, conocida comúnmente como Megumi no Kenka fue escrita por Takeshiba Kisui en 1890. En el primer acto cuenta como, en un restaurante de geishas, se encuentran bebiendo tanto un grupo de bomberos Megumi como un grupo de samuráis junto a los enormes rikishi que patrocinan. Los samuráis están siendo excesivamente ruidosos para entretener a sus patrocinados, llegando un sumotori a caer contra el panel de papel que separa las estancias entre los dos grupos en medio del frenesí. Ante las quejas de los bomberos, el fanfarrón y bebido rikishi se niega a disculparse, tratando con altanería y desprecio al grupo Megumi. El conflicto no llega a los puños, pero la tensión entre ambos orgullosos grupos va creciendo hasta el cuarto acto, en el que tiene lugar el famoso tachimari (pelea coreografiada) entre grandes grupos de actores.

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El tachimari entre los bomberos y los luchadores de sumo en Megumi no Kenka; En esta imagen el sumotori, Kuryuzan Namiemon, es representado por Kawarasaki Gonjuro III. ©University of Tokyo Press.
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Representación más reciente de Megumi no Kenka. Nótese el irezumi (tatuajes) de los bomberos. Es uno de los primeros grupos de los que se tiene constancia que se realizaran estos tatuajes (comúnmente un dragón) como método de protección espiritual.

Encontramos entonces en otras expresiones artísticas como el kabuki una forma de rastrear la percepción que se ha tenido a lo largo de los años de los sumotoris. En este sentido son dignas de mención otras obras históricas del kabuki como Sekitori Senryô Nobori (関取千両幟, 1749) o Futatsu Chôchô Kuruwa Nikki (双蝶々曲輪日記, 1767), posiblemente los dos sumômono (obras kabuki en las cuales el drama gira alrededor de un sumotori) más conocidas y ambas originalmente obras de bunraku. Ambas obras se profundiza en el orgullo de los luchadores y de la dualidad Giri/Ninjo, sobre la que giran. Giri es la obligación social, el deber u honor, Ninjo por oposición es el sentimiento humano, la compasión. Los rikishis que las protagonizan se encuentran en un dilema moral: en ambos casos deben decidir si amañar un combate y dejarse perder por el bien de su patrón (giri) o seguir sus corazones y luchar honestamente (ninjo).

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Representación bunraku de Sekitori Senryo Nobori. El sumotori Inagawa Jirokichi discute con su mujer si debería o no amañar su combate a cambio de los 200 ryô que su patrón necesita para comprar a una cortesana.

Tres de las obras más relevantes del kabuki en las que se muestran luchadores de sumo nos narran peleas de bar y yaocho, amaño de combates. Podemos ver entonces que no es nada nuevo en el mundo del sumo, ni significa que haya habido un aumento tras los escándalos de la primera década de los 2000. Más bien lo contrario, ha habido una mayor sensibilización y un aumento en la exigencia ética hacia los luchadores. Pero ¿cuál fue el punto determinante en esta sensibilización? ¿qué hay de la relación del sumo con el bajo mundo? y más concretamente, ¿cuándo nacen esas conexiones con la yakuza?



 

“Este escándalo en el sumo no es más que una batalla de la gran guerra entre la Policía Nacional Japonesa y el crimen organizado. Es una guerra, por lo que habrá víctimas. El sumo será una de ellas.” Jake Adelstein, BBC, 2010.

Sumo, la yakuza y el yaocho

Los casos de ex-luchadores que pasaban a formar parte de pandillas o mafias locales, la semilla de la yakuza, eran numerosos; la obra kabuki contemporánea Ippon Gatana Dohyô Iri (1931) narra una de ellos, la historia de un luchador fracasado que acaba por convertirse en un destacado mafioso.

Con la pérdida de autoridad central en la figura del emperador (SXII), el sumo pasó de ser el deporte Imperial a ser el deporte de la baja aristocracia japonesa. Así pues, poco a poco, pasó de ser algo exclusivo de la realeza para ser algo popular, siendo muy común que los grandes propietarios o daimyos se convirtieran en los patrocinadores de diversos luchadores, como hemos visto en la anécdota de ‘la disputa de Megumi‘. Es muy sonado el caso del gran daimyo Oda Nobunaga, quien organizó un torneo de más de 1500 luchadores. A través de la estandarización de estos torneos, en el periodo Edo, se creó la larva de lo que luego sería la organización Nihon Sumo Kyokai.

Durante este periodo pre-organización, el sumo dependía de las pandillas locales, gangsters, ‘familias’, para la organización, promoción, distribución del público y venta de entradas. Esta organización es conocida como Sumôchaya (相撲茶屋), o sumo de la casa de té. Que era donde principalmente se conseguían los tickets para los torneos. Entre estas ‘familias’ hay que destacar a los grupos u organizaciones de tekiya, mercaderes itinerantes, y los bakuto, jugadores itinerantes, ambos precursores de la moderna yakuza. Cuyo nombre deben a los bakuto y es nada menos que a la peor mano posible del juego de cartas japonés hanafuda: 8-9-3, en japonés ya-ku-sa.

Con el paso de los años, llegando a principios del S.XX estas familias, ya conocidas como yakuza, fueron fortaleciéndose, anclando sus garras cada vez más profundamente en la sociedad japonesa. Este fortalecimiento tiene varios puntos claves en la historia nipona que repasaremos muy brevemente. Uno de ellos fue en la segunda guerra mundial e inmediatamente tras la ocupación americana, durante las cuales, Ministerios y fuerzas de ocupación, por miedo a una posible revolución socialista, se apoyaron en la yakuza, aprovechándose de sus tendencias conservadoras y ultranacionalistas, para minar a las agrupaciones de tendencias más izquierdistas y a las sindicales (la disolución de huelgas era una de sus especialidades) que se oponían a las medidas gubernamentales (como por ejemplo la invasión de Manchuria).

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Durante la huelga en las minas de carbón Miike en marzo de 1960, la patronal recibió ayuda de la yakuza para dispersar a los huelguistas (Siniawer: 2008, 162-163). Un líder del sindicato fue además asesinado por un yakuza el 29 del mismo mes.

En los años 60 la yakuza alcanzó su máximo esplendor, contando con hasta 200.000 miembros según la policía. A principios de los 70, su sombra se había expandido hasta el boxeo profesional, la lucha libre y, por supuesto, el sumo. Se habían hecho con prácticamente la totalidad de la industria del entretenimiento.

La crisis de la burbuja inmobiliaria japonesa del 86 al 91 fue también un factor determinante en el acaparamiento de poder de los sindicatos del crimen. La yakuza movió cantidades de dinero enorme hacia el sector de lo inmobiliario dando nacimiento a la ‘nueva Yakuza’ o ‘Yakuza económica’, mucho más refinada. Hasta entonces el sumo se sostenía principalmente sobre donaciones de grandes empresarios, doctores, aristócratas, pero la crisis hizo que muchas de estas viejas fortunas desaparecieran para dar paso a nuevas fortunas menos respetables y con orígenes más obscuros; la nueva fortuna de la yakuza económica. En el documental Twilight of the Yakuza (El Ocaso de la Yakuza), de 2013, un ex-yakuza menciona alegremente que era un “secreto conocido” que en los 70 la mayoría, sino todos los patrocinadores del sumo contaban con el respaldo de la Yakuza, particularmente con el de la Yamaguchi-gumi, la familia más numerosa.

Pero cuando uno hace una búsqueda rápida se da cuenta de que los escándalos relacionados con la yakuza y el sumo no empezaron a salir a la luz hasta bien entrados los años 90. ¿Por qué?

El primer gran escándalo tuvo lugar en Abril de 1996, cuando el ex-rikishi Konoshin Suga (Onaruto oyakata) publicó, junto con el también ex-luchador Seiichiro Hashimoto, su libro «Yaocho«.  En él, Onaruto menciona como la realidad del sumo es mucho más oscura de lo que refleja y que en ella existen luchadores que amañan combates, que evaden impuestos, realizan escapadas sexuales, visitan casas de apuestas (recordemos que el juego, a excepción de las carreras de caballos y el pachinko, está terminantemente prohibido por la ley nipona) y mantienen relaciones cercanas con miembros de la yakuza…

A pesar de que ya había habido mucha especulación al respecto tanto fuera como dentro del país tanto los ‘secreto conocidos’ como el yaocho, el hecho de que fuese un ex-sekiwake japonés quien sacase a la luz no solo el amaño de combates, sino tan tenebrosas relaciones, convirtió la publicación en un verdadero pelotazo mediático.

Para más inri, días antes de la publicación del libro, el 14 de Abril de 1996, tanto Onaruto como Seiichiro fallecieron en circunstancias sospechosas con solo horas de diferencia en el mismo hospital. La policía no encontró pruebas de envenenamiento.

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A la izquierda el ex-Sekiwake Konoshin Suga (Onaruto oyakata). A la derecha la portada de su libro ‘Yaocho’. (Un poco amarillista, lo sé)

Lógicamente, esto no quiere decir que hasta ese momento no hubiese habido este tipo de comportamientos, o que todos estuviesen metidos en el ajo y por eso nadie contase nada. Una explicación más lógica es que para entonces las Leyes anti-yakuza de 1991 ya habían entrado en vigor. Estas leyes eran una declaración de guerra al crimen organizado y crearon canales seguros para que este tipo de información pudiese ir saliendo poco a poco a la luz. (Para profundizar en el significado de estas leyes recomiendo «Criminalizando la membresía yakuza: Un estudio comparativo de la Ley Anti-Boryokudan» de Edward F. Reilly Jr. )

La prensa se encontraba más protegida de posibles chantajes y aprovechó esa aparente libertad para ofrecer cuantiosas cantidades de dinero a cambio de declaraciones de antiguos luchadores. Un ejemplo sería la serie de declaraciones de Keisuke Itai, uno de los luchadores del heya de Onaruto quien en enero del 2000, a cambio de unos cuantos miles de dólares (que el periódico Shukan Gendai dejó claro que él nunca solicitó y que los recibió meramente por cortesía), testificó que en los años 80, por lo menos el 80% de los combates de la máxima categoría estaban amañados, incluyendo muchos de los más de 1000 que él mismo había combatido.  En la misma serie de entrevistas reveló también que el propio oyakata Onaruto no estaba libre de pecado y que mantuvo relaciones cercanas con un gran sindicato del crimen.  Itai, que se había unido a un culto religioso en sus veinte, decía que estaba en una ‘misión de Dios para acabar con los amaños de combates’. Por otro lado, también es cierto que su restaurante de chankonabe estaba pasando por un periodo de vacas flacas y las entrevistas se pagaban muy pero que muy bien…

La Asociación de Sumo Japonesa amenazó a Itai con llevar el asunto a tribunales si no se retractaba de sus infames declaraciones pero el ex-luchador se negó. Sin embargo, tan rápido como se había producido el escándalo mediático, debido a la falta de evidencias tangibles, el asunto se desinfló y nunca alcanzó a llevarse ante un juez.

Mientras tanto, desde fuera de Japón, la llama de la curiosidad se mantuvo viva. A fin de cuentas estamos hablando del sumo, no un simple deporte, un símbolo de la cultura japonesa centrado en el honor y el ritual… ¿es posible que los combates estén verdaderamente amañados?

En el libro The Joy of Sumo: A Fan’s Notes (1991) David Benjamin hizo notar que en un lapso de diez basho entre los años 1989 y 1990, rikishis que llegaban al día final 7-7, a una victoria del kachikoshi y por ende a la posibilidad de subir rangos en el banzuke en el siguiente torneo, terminaron con un porcentaje de victorias ridículamente alto (39-9). Esto, junto con las declaraciones del ya fallecido Onaruto oyakata llamó la atención del economista de Chicago Steven D. Levitt, quien en 2002 y junto al periodista Mark Duggan publicó un artículo para The American Economic Review bajo el título: «Ganarlo no lo es todo: corrupción en el sumo«. En el artículo, Duggan y Levitt mediante la estimación de rectas de regresión típicas de la econometría analizan la relevancia del número de victorias (y en concreto la deseada octava victoria) respecto a la promoción de rangos en el banzuke. Así, aun cuando la intención era inocente, analizando todos los combates ‘críticos’ desde enero de 1989 hasta enero del 2000 encontraron una anomalía estadística que achacaron al amaño de combates.  Encontraron que, el porcentaje de victoria de un luchador 7-7 era anormalmente alto (por encima del 70% mientras que el esperado sería ~50%) y que además, su oponente tenía un porcentaje de victoria aún más elevado de enfrentarse ambos de nuevo en el siguiente torneo, en este segundo combate. Por supuesto, esto tampoco debería significar nada, la fórmula de la regresión contiene parámetros muy subjetivos y este 70% podría achacarse por ejemplo a la motivación extra del rikishi 7-7 para conseguir su kachikoshi. Lo interesante, sin embargo, es el análisis que hicieron del exceso del porcentaje de la octava victoria teniendo en cuenta los rikishis que tanto Onaruto como Itai consideraron como corruptos. Este exceso es llamativamente alto en el caso de los luchadores catalogados como corruptos, pudiendo indicar que así lo son y que además esta anomalía estadística ¡ viene por amaño de combates!

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Izquierda: Linealidad entre el cambio de rango (eje y) y el número de victorias (eje x). Como se puede observar, el paso de 7 a 8 victorias tiene un pendiente anormalmente grande, indicando su relevancia a la hora de subir rangos en el banzuke. Derecha: Esta para mí es la gráfica más ilustrativa: Exceso en el porcentaje de victorias teniendo en consideración si ambos, alguno o ninguno de los luchadores que combaten está identificado como corrupto por Itai o Onaruto.

Más tarde, en «Corrupción en el Sumo Profesional: Una Actualización del Estudio de Duggan y Levitt», H. M. Dietl, M. Lang, y S. Werner encontraron que hay ciertos periodos cortos en el tiempo en los que esta estadística sí se amolda al esperado 50%, periodos como el año 2000, justo cuando Itai acababa de hacer sus declaraciones… Curioso, ¿no?

Pero esto no termina aquí. Tras un periodo de relativa tranquilidad llega el año 2010 y con él: el caos.

Como hemos mencionado antes, ya desde los años 70 y particularmente desde la crisis de la burbuja inmobiliaria japonesa, era un secreto conocido que parte de los patrocinadores del sumo contaba con el respaldo directo o indirecto de la yakuza. Particularmente habría que hablar de la Yamaguchi-gumi y su sección principal, con sede en Nagoya, el Kodokai. Muy problemáticos con la policía desde la aprobación de las Leyes anti-yakuza de 1991. Kenichi Shinoda, padrino (kumicho) de la Yamaguchi-gumi fue encarcelado en 2005 por posesión de armas justo tras ser nombrado el nuevo kumicho del sindicato. En julio de 2009, en el día 15 del Nagoya basho pudieron verse en televisión hasta 55 gangsters del Kodokai sentados en asientos VIP como demostración de lealtad hacia su kumicho, que los vería desde la cárcel, y que sirvió además como puñetazo en la mesa frente a la policía. Las entradas correspondían a ‘sumo elders’, a oyakatas miembros de la organización, llevando al NSK a la decisión de expulsión de alguno de ellos e incluso del cierre de un heya.

Este escándalo, sin embargo, no se hizo público hasta mayo de 2010, que fue cuando llegó la respuesta policial. La policía utilizó el sumo como cuña para herir la reputación de la propia yakuza, acusándoles de desvirtuar con sus acciones el deporte milenario del sumo. Utilizaron ese imaginario ultranacionalista místico sobre el que se sustenta parte de la ideología japonesa y que comparten los sindicatos del crimen en su propia contra. Es decir: La imagen del sumo se vio deliberadamente herida como estrategia frente a la mafia. En palabras de Jake Adelstein: “Este escándalo en el sumo no es más que una batalla de la gran guerra entre la Policía Nacional Japonesa y el crimen organizado. Es una guerra, por lo que habrá víctimas. El sumo será una de ellas.” BBC, 2010.

Un mes después, siguiendo con la ofensiva, la policía coordinó una investigación en la que se descubrió a decenas de rikishis envueltos en apuestas ilegales en locales de la yakuza. Entre ellos el ozeki Kotomitsuki (el ozeki es el segundo rango más alto que un luchador puede alcanzar), quien supuestamente habría apostado hasta decenas de miles de dólares en estos locales y había pagado 35.000$ a un mafioso que le amenazó con delatarle. Un oyakata, Otake, también fue descubierto envuelto en este anillo de corrupción. El 4 de julio de 2010 la Asociación decidió expulsar tanto al ozeki como al oyakata, democionó a dos oyakatas más y restringió de participacion en el torneo de julio (Nagoya 2010) a más de 18 luchadores más. Este torneo se llevó a cabo según lo programado, pero la cadena televisiva NHK como toque de atención a la Asociación de Sumo, no ofreció su habitual transmisión en directo.

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En la conferencia de prensa para anunciar estas decisiones, el Yokozuna Hakuho se disculpó como representante de los luchadores.

La policía no se detuvo en su investigación, continuó investigando y a principios de 2011, el Ministerio de Educación, Cultura, Ciancia, Deportes y Tecnología anunció que se había encontrado evidencia en los móviles de 14 luchadores de yaocho, amaño de combates. Más de 10 años después del escándalo de Onaruto e Itai, la policía por fin tenía evidencias físicas. La NSK, una vez salió el escándalo a la luz, realizó una investigación independiente que llevó a la cancelación sin publicación de banzuke del torneo de marzo de 2011, algo que solo había ocurrido en 1946, cuando las reparaciones del estadio Ryōgoku Kokugikan, que había sido muy dañado en los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, no terminaron a tiempo. El posterior torneo de mayo sí tuvo lugar pero, tampoco se televisó, solo de forma online, y se le puso el nombre Torneo de Examinación Técnica, de acceso gratuito, sin patrocinadores y sin entrega de premios.

Desde entonces, la NSK se puso muy estricta en su normativa. Todo luchador que fuera sospechoso de yaocho quedaba inmediatamente expulsado de la Asociación, se realizaron cursos de reorientación de luchadores y entrenadores, se prohibió el uso de móviles por parte de los rikishis durante la duración de un torneo y especialmente en el shitakubeya, la zona de vestuarios donde los luchadores se preparan para los combates y donde aparentemente tenían lugar este tipo de transacciones, se instalaron cámaras en los estadios (sí, hasta entonces no había) y se prohibió la entrada a cualquier persona miembro de una organización criminal.

Hoy en día vivimos tiempos tranquilos en el sumo. Parte de su popularidad ha sido recuperada en gran parte gracias a esta nueva imagen más juvenil y naíf que comentábamos en la primera sección del artículo así como a grandes figuras como Kisenosato y su triste camino a Yokozuna, el Khan Hakuho y su manía de no dejar récord sin cabeza, Hattorizakura (lo mismo pero al revés), «fan-favorites» como el pequeño Enho y todos los nuevos jóvenes dispuestos a sacudir la máxima categoría: Asanoyama, Takakeisho…

Da la sensación de que la guerra contra la corrupción se va ganando y poco a poco, las conexiones con el bajo mundo han ido desapareciendo. Estoy seguro de que queda mucho camino por recorrer, y que la opacidad de la NSK irá desvaneciéndose con los años para dar lugar a un sumo más abierto tanto a cambios como a críticas. Quizás peco de ingenuo, pero eh, así es el sumo, aquí el que cree que sabe algo está muy lejos de la realidad.

 

Darío, El Buen Rikishi.

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Bibliografía consultada y recomendada:

Libro: «Freakonomics: A rogue economist explores the hidden side of everything» de Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner, Perfect Bound, 2005.

Libro: «Yakuza: Japan’s Criminal Underworld» de David E. Kaplan y Alec Dubro, University of California Press, 2003.

Libro: «Ruffians, Yakuza, Nationalists: The Violent Politics of Modern Japan, 1860–1960» de Eiko Maruko Siniawer, Cornell University Press, 2008.

Libro: «Edo Kabuki in Transition: From the Worlds of the Samurai to the Vengeful Female Ghost» de Satoko Shimazaki, Columbia University Press, 2016.

Libro: «Kabuki: Baroque fusion of the arts» de Kawatake Toshio, University of Tokyo Press, 2001 .

Libro: «The kabuki handbook» de Aubrey S. Halford y Giovanna M. Halford, Charles E. Tuttle Co. Inc., 1956.

Artículo: «Winning Isn’t Everything: Corruption in Sumo Wrestling.» Mark Duggan and Steven D. Levitt, The American Economic Review, 2002.

Artículo: «Corruption in Professional Sumo: An Update on the Study of Duggan and Levitt.», H. M. Dietl, M. Lang, y S. Werner, Journal of Sports Economics, 11(4), 383–396, 2009.

Artículo: «The Sumo World as Seen Through the Gambling Cases of 2010.» K. Morita, Journal of Multidisciplinary International Studies, 9(2), 2012.  (en japonés)

Publicaciones periodísticas:

Artículo periodístico: «Sumo gets boost avid female fans» de Hiroyuki Tai y Yoshiaki Shichino, Kyodo, 2018 https://www.japantimes.co.jp/news/2018/01/02/national/sumo-gets-boost-avid-female-fans/#.XuZ4reftaUk (disponible a 20/06/2020)

Artículo periodístico: «Female fans bring sumo back from the brink» https://asia.nikkei.com/Business/Female-fans-bring-sumo-back-from-the-brink (disponible a 20/06/2020)

Artículo periodístico: «Vantage Point: Sumo Whistleblower Says He’s on a ‘Mission'» de Velisarios Kattoulas, International Herald Tribune, 2000. https://www.nytimes.com/2000/02/03/sports/IHT-vantage-point-sumo-whistleblower-says-hes-on-a-mission.html (disponible a 20/06/2020)

Artículo periodístico: «Sumo falls prey to Japan’s mafia», Roland Buerk, BBC News, 2010 https://www.bbc.com/news/world-asia-pacific-11390278  (disponible a 20/06/2020)

Artículo periodístico: «Stable masters gave front-row seats to mob», The Japan Times, 2010 https://www.japantimes.co.jp/news/2010/05/27/national/stable-masters-gave-front-row-seats-to-mob/#.Xsjur2gzbIU (disponible a 20/06/2020)

Artículo periodístico: «Sumos and the yakuza», Masahiro Matsumura, The Japan Times, 2010 https://www.japantimes.co.jp/opinion/2010/07/27/commentary/world-commentary/sumos-and-the-yakuza/#.Xsjo2mgzbIV (disponible a 20/06/2020)

Artículo periodístico: «Japans mafia faces a crack down» de Gavin Blair, 2010 https://www.csmonitor.com/World/Asia-Pacific/2010/0727/Japan-s-yakuza-mafia-faces-a-crackdown (disponible a 20/06/2020 )

Artículo periodístico: «賭博認めた力士たちは遊び仲間 巡業先で食事・花札…» Asahi Digital, 2010 http://www.asahi.com/special/08020/TKY201006200308.html (disponible a 20/06/2020) (en japonés)

Artículo periodístico: «Escándalo en grado ‘sumo'» de Andrés Braun, El País, 2010 https://elpais.com/diario/2010/07/11/domingo/1278820357_850215.html (disponible a 20/06/2020)

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